Nos invito a cerrar los ojos y a respirar.
Observemos nuestra respiración,
tomate tiempo para inhalar y exhalar.
Te invito a sentir lo sagrado que hay dentro tuyo.
Hay una calma sentida, necesaria.
A medida que respiramos nos hacemos presente; apaciguamos nuestro cuerpo, nuestro sentir, nuestra alma.
El aire que entra no es el mismo que sale, la conciencia se agudiza.
La mente se aquieta y, tal vez, logremos centrar nuestra atención en el interior.
El alma da las gracias y da paso a la sabiduría interna.
Comenzamos a sentir, lo que podríamos animarnos a decir, “el placer de conocernos”.
Nos invito a conectar con lo ya conocido; que nos espera paciente, abierto, pendiente a que lo abracemos, y así, rendirnos ante él.
Muchos cariños a tí y al maravilloso Ser que habita en tu interior.
Mi Ser está a tu servicio.